Libros usados
¿Para quién escribes lo que escribes? Leer es la única cosa que conozco, que llena pero nunca engorda lo suficiente...
Siempre me ha gustado mucho leer.
De pequeña, recuerdo la ilusión que me hacía que me regalaran un libro: olerlo, tocarlo, leerlo y destrozarlo.
Por ese orden.
Esa sensación de pasar páginas, doblar la portada y conseguir que el libro perdiera su rigidez, me fascinaba. Cuanto más me gustaba un libro, más lo destrozaba… Era el símbolo de lo intensa que me había resultado su historia y de cuánto me había hecho disfrutar.
Pensaba que con el paso de los años, al verlos tan desgastados, en seguida sabría cuánto me había gustado o no y recordaría la historia que contenía.
En definitiva, siempre me ha gustado que mis libros parezcan como si hubiera tenido una pelea con ellos, no como si estuvieran vestidos para una cena de gala. El Kindle lo llevo fatal.
Luego descubrí las bibliotecas a través de un amigo que siempre iba.
- “No entiendo por qué la gente paga por libros cuando aquí los tienen gratis”.
Javi, mi amigo, tenía razón, pero era quizás una cuestión de romanticismo. En las bibliotecas, cogía los libros del Pequeño Vampiro, Anne Rice o Stephen King y me los leía.
En casa no me dejaban tener libros de miedo, porque luego tenía pesadillas y me inventaba historias para acabar durmiendo con mis padres. Por eso la biblioteca me venía de perlas: los leía a escondidas, dormía con mis padres y los devolvía.
Quizás ese fue el problema: no poder quedarme nada de lo que leía. Ese y tener que tocar un libro destrozado y usado por otras personas. Eso no me gustaba. Era como tener en las manos algo que había sido “sobado” y muy usado por alguien (que no era yo).
Recuerdo también amigas que siempre que tenían un libro, estaba perfecto: impecable, encuadernado, sin rebajar la dureza de las portadas como hacía yo, llenos de posit y dando la sensación de que las páginas estaban sin estrenar y no se habían pasado mil veces en forma de abanico para desgastarlas.
Hay gente para todo, ya lo sabes.
Gente que cuida los libros como tesoros y los mantiene incorruptibles.
Gente que nos gusta que los libros estén gastados porque hablan de la intensidad de la historia que hemos leído y cómo nos ha gustado.
Gente que adora las bibliotecas y no pagar por algo que puede tener gratis.
Gente que quiere comprar…
Gente, al fin y al cabo…
Hace tiempo te conté que una de las preguntas más importantes de tu vida que debías responder, era el “¿por qué?”. Hoy te traigo otra, no menos relevante:
¿Para quién?
¿Para quién hablas cuando hablas?
¿Para quién escribes cuando escribes?
¿Para quién haces tus campañas cuando las creas?
¿Para quién twitteas o Xteas?
Mi respuesta es clara: depende.
Depende de quién sea tu audiencia. Depende de a quién hables, escribas, mires…
Hay quien le gustan los textos largos para sentarse con una buena copa de vino y leerlos tranquilamente cuando tienen un rato de calma.
También hay a quien le gustan los textos cortos, directos, que captan la atención desde el principio y no dejan indiferente a nadie.
A mí me gustan los textos y los anuncios atrevidos, estridentes y crudos…
Al igual que los libros de la biblioteca, los usados o los bien cuidados, depende de a quién te dirijas.
Huye de los consejos genéricos.
Huye de las fórmulas mágicas.
Huye de las plantillas.
Huye de los que te dicen que tienes que poner primero el problema, después la acción y luego la solución.
Huye de quien te diga lo largo que debe ser un copy, la hora de publicación ideal, la imagen perfecta…
No dejes que nadie piense por ti y muchos menos por tu audiencia.
Porque ya te lo he dicho antes: todo depende de tu audiencia.
La mejor inversión que puedes hacer es en conocerla y saber qué les gusta leer.
¿Tú cómo tratas los libros? ¿Ibas también a la biblioteca?